Monday, March 6, 2017

Catarsis



Esto no es una confesión, más bien es un desahogo personal. No te lo digo para que sientas compasión por mis actos, si eso quisiera, entonces hubiera conseguido un cura y no tendría la delicadeza de atormentarte con mis gritos ahogados en este dolor que me ha reprimido por tanto tiempo.
            Pues bien, te platico que, si llegamos a este punto, no ha sido porque me hayas sido infiel o porque me hayas dejado “medio morir”, mientras a mí se me iba la vida entre salas de hospital y enfermeras cercenando mi cuerpo a modo de queso roquefort. Créeme que esto no está buscando la respuesta a un: ¿dónde estabas tú? ¿Dónde quedó ese “amor” que tanto juraste? O ¿por qué metiste a esa cualquiera a vivir en el departamento? No. 
Lo que sí voy a hacer es darte la cortesía, que no te mereces, de explicarte cómo es que veo yo las cosas.
            Te conocí sin esperarlo, menos contaba con que me hostigaras con tus llamadas o que buscaras llamar mi atención a toda costa. Yo no quería una relación, no tenía ganas de complicarme la vida, pero tú insististe y yo me dejé llevar por tus encantos; y es que es imposible negarlo, eres un galán en puerto ajeno. Aquí en la frontera con México tu pálida y desabrida piel es rareza internacional. Nunca supiste lo que era ser codiciado, ya que en la vida no pasaste de ser un güero insípido nada más y aquí, bueno, aquí la gente se emociona con cualquier cosa… y no me mires con cara de mentirosa, tal vez no sean tus palabras, pero tú me lo dijiste así alguna vez, en el norte no pasabas de ser uno más del montón, también en Florida, ni hablar.
Creo que este es un buen momento para confesarte que nunca me han gustado los güeros, la verdad es que nunca hubiera andado contigo si no te hubiera visto impresionar a mis amigas escribiendo en griego. Creo que tú te impresionaste más de mí al saber que yo podía hacerlo también… una más de las cosas para agradecer al ausente de mi padre, al menos me pagó una buena educación en colegios cristianos y de monjas abusadoras; así tú y yo éramos como dos oasis en el desierto. 
            Quiero que sepas que no te echo toda la culpa de la situación, definitivamente yo cargo con mi propia porción. El primer error fue haberte creído que llevabas más de 10 años sin mentir, ¡pero qué gran mentira! Con dos dedos de razón, te puedo asegurar que ese es el más grande engaño que te has dicho, seguida por la parte donde me das migajas de verdad entrelazadas con porciones de amnesia y embetunada con tu inteligencia, para revoletear las cosas en tu favor y hacerme sentir siempre culpable de todo al final. Tu filosofía déjasela a las clases que das y a tus universitarios crédulos sin razón. Esa primera vez que me dijiste que estarías ocupado con tus estudiantes y que llegarías tarde a casa, más que culpar tu mentira culpo mi ingenuidad. Era obvio que terminarías acostándote con alguna de ellas y a lo mejor tampoco tenía tanto problema con eso, más bien no lo pensaba; pero el que yo haya ido a verte después del doctor, en sábado por la mañana, comprarte kolaches y un café “para tu crudita” y que me dejaras parada en la puerta diciendo:
―Ojalá hubieras llamado. No estoy solo, se quedó una de mis estudiantes en casa, pero no ha pasado nada.
Eso sí no tuvo abuela. Lo peor fue tu descaro de hacerme sentir mal por haber ido sin avisar, disculpa, creí que teníamos una relación sentimental. Qué equivocada estaba. Tonta. No, espera, lo peor, peor, fue dejarte los kolaches para que de seguro los compartieras con tu desliz, tonta, tonta. Pero de todo, lo que no tiene perdón es que no fuera esa la única vez que me dejarías parada en tu puerta sin poder entrar a tu casa, la casa en la que compartimos tantas cosas, la casa en la que me engañaste más de una vez. Y así me dejaste esperando a que nunca llegaras afuera de ella, en la lluvia, en el auto, en todos lados, haciéndome pensar que, si no estabas ahí, probablemente estabas con ella o con alguna otra… tú me hiciste una psicópata. 
            Fueron tantas noches las que esperé con el celular en la mano a ver si llamabas, sin que eso pasara… minutos, que se convirtieron en horas y una loca que llamaba a sus amigos para que la llamaran a ver si acaso el celular se había averiado. Evidentemente en ese tiempo tú te repartías entre las amantes de ocasión, mientras yo me tenía que conformar con el
No sé de qué me hablas. Todos mis amigos saben que con quién estoy es contigo. 
¡Claro! Pero mientras yo veía en ellos sus caras de lástima para mí, así como de “ahí está la tonta de Elisa, una vez más haciéndole segunda a Memo”. Recuerdo esa vez que llegaste tan molesto a una reunión a platicarnos que se corría el rumor de que eras gay, yo me preparaba para mi examen de residencia en este estúpido país y tú me dijiste frente a todos, 
Si no te la dan, yo me caso contigo. 
¡Pero si eres todo un don Juan! Quién no se derretiría ante propuesta más romántica... Obviamente ahora entiendo que lo hiciste sólo por tus amigos, tu ego y que además, no sería la única a quien le harías la romántica propuesta, ¿ya le contaste que me habías hecho esa oferta antes que a ella?,  sabrá Dios qué hubiera pasado si no me hubiera ganado mi derecho a estar aquí de manera propia. Seguramente, como buena tonta que soy, hubiera aceptado tu propuesta y ahora mi vida sería tres rayitas más miserable de lo que es ahora. 
            Tengo que dejarte ir porque ésta herida ya no me deja vivir; sale mi aire por entre ella y cada vez que respiro me duele desde el esternón hasta la ciática y un poco más abajo. Por eso te regreso las memorias de lo lindo, porque no quiero quedarme con nada que me recuerde a ti o lo que fuimos. Quédate con nuestro fin de semana en Corpus Christi y con nuestros videos graciosos. También te puedes quedar con el perro que rescatamos, no te preocupes, yo me encargaré después de él. Te puedes llevar contigo los recuerdos de las noches íntimas entre videos y aceites de olor, esos yo no los quiero, puedo conseguir algo mejor. Tampoco quiero nuestras tardes de perdernos en tiendas de ropa de segunda, he notado que no te necesito para disfrutarlas, lo puedo hacer sola y hasta he aprendido a cocinar lejos de ti, “para no darle mal nombre a la mexicana”.  
            Lo que sí quiero que escuches de mi parte y espero decirlo muy lento para que las palabras te carcoman los huesos como la liendre al cuero, es que me dolió que me ignoraras por tanto tiempo, mientras te divertías con tu juguete nuevo de 21 años y sonrisa de frenos. Que me dolió aún más que fueras tan indiferente a mi enfermedad; si no sentías ya nada por mí, al menos por caridad, por los años de convivencia o porque me encontraba sola y lejos de mi familia y mi casa, creo que merecía un poco de humanidad. Pero lo peor, lo que no te perdonaré, aunque lo niegue es el hecho de que hayas metido a esa pubercilla a la casa que compartimos (sí, porque, aunque sólo un cajón era verdaderamente mío, ambos sabemos que yo pertenecía a ahí contigo), mientras yo me fui a mi país a recibir el tratamiento a una enfermedad que no pedí y me consumió el cuerpo y el espíritu. Mientras me envenenaban el cuerpo, tú envenenabas mi recuerdo con brillos y perfumes baratos de niña adolescente que no tiene más que algo para ofrecerte y que, de no ser por mí y lo que estoy por hacer contigo, hubieras abandonado cual perro en la calle cuando terminaras en el hartazgo de su mediocridad. A lo mejor también ella debería agradecerme. No, no a lo mejor, debería. 
            Mírame, Así pasaron también los años y yo todavía afectada por ti, debo de parecer un cuadro patético. Yo sé que no puedo decir que todo fue malo, creo que ese es el gran problema, que hubo tantas cosas tan buenas, que pasé la vida esperando que algún día cambiaras y fueras aquello que yo esperaba con todas mis ganas; eso que nunca pasaría. Te agradezco todo lo que hiciste para que me convirtiera en lo que soy ahora, menos la parte donde te maté, espero eso no se me haga vicio y me baste con limpiarme de tu existencia en este mundo compartido, porque de no ser así, entonces te convertirías en sólo un pretexto y eso sería muy deplorable para tu recuerdo, o quizá eso sea lo que verdaderamente te mereces, terminar como un evento desafortunado nada más, no sé, lo pensaré mientras termino de limpiar este cuchillo.  














No comments:

Post a Comment